En medio de la crisis que produjo el coronavirus, los centros culturales piden al gobierno asistencia para no cerrar definitivamente sus puertas.
El pedio que realiza el sector, es una ley de emergencia cultural. En la actualidad, para sostenerse dan funciones a la gorra, dictan cursos y talleres online, ofrecen delivery de bebidas y comidas o recurren a las plataformas de reclutamiento de fondos para obtener ingresos para el poder mantener del espacio.
Integrantes del sector, agrupados en el Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA) iniciaron en las últimas una campaña en las redes para pedir la sanción de una ley de Emergencia Cultural en la Ciudad, un proyecto presentado por la legisladora del Frente de Todos María Bielli.
En este sentido, Claudio Gorenman, integrante MECA y del Club Cultural Matienzo de Villa Crespo en diálogo con la agencia de noticias Télam, dijo que “Sabemos que, aunque haya una apertura gradual, vamos a ser los últimos en abrir porque la cultura requiere presencia humana y de grandes cantidades de personas, por eso necesitamos la declaración de emergencia, pero además presupuesto. Hay algunos subsidios en marcha, pero debería haber reasignación de partidas del presupuesto de este año para paliar las dificultades de la cultura”.
Además, Gorenman explica que “En abril en el Matienzo abrimos un proyecto de recaudación de fondos en la plataforma Idéame, más que nada para mantener el vínculo con el público. La preventa de entradas es compleja porque no hay muchas certezas sobre las fechas y las obras de teatro o recitales por streaming dependen de que la gente quiera aportar. Hay bandas que traccionan muchos seguidores que pagan por verlos, y otras no. Además, el dinero recaudado en ese caso es para los técnicos y los artistas”.
Los resultados del proyecto fueron positivos, que se recaudó 560 mil de los 300 mil pesos que se había fijado como meta, gracias a la ayuda de 112 benefactores que recibieron a cambio beneficios a futuro: entradas para obras teatrales o espectáculos musicales, pintas de cerveza, papas fritas y otras comidas.
En el barrio porteño de San Cristóbal, funciona El Mandril. En este espacio cultural decidieron aprovechar la cocina del lugar para ofrecer comida vegana en el barrio. Sofía “Diamante” Sclocco que es una de los 17 integrantes, quien señaló que todos forman parte de una cooperativa autogestiva que genera obras teatrales, ferias, ciclos de cine o de música y talleres de diferentes disciplinas, pero que desde que comenzó el aislamiento el espacio se encuentra cerrado.
Sebastián Fernández director teatral y docente, contó que lo que piden es “que el Estado revise sus políticas culturales”. “Que vuelva a pensar en qué sentido está considerando la cultura y la está definiendo a partir de los organismos estatales porque hay toda una trama que ha quedado por fuera del alcance y de los recursos de la gestión cultural a nivel de política estatal”.
Especificó que el proyecto que presentaron busca la creación de un “aporte económico” por parte del Estado “para solventar los gastos de alquiler de los espacios culturales”. También, “la reducción de los impuestos que afrontan los agentes, como también los espacios” y la necesidad de pensar protocolos sanitarios “para volver paulatinamente a una actividad presencial en la medida que sea compatible con la evolución de la pandemia a nivel local”. Por otro lado, la actriz y profesora de teatro “Tuly” López aseguró que “todos los trabajadores de la cultura” están afectados por la situación que generó la interrupción de actividades producto del avance de la pandemia, ya que no pueden “tener funciones ni hacer espectáculos”, detalló.
Y amplió, “Obviamente eso trae diferentes consecuencias económicas y culturales también ya que los centros culturales funcionan de manera social para albergar a les vecines que se acercan. Por suerte no nos agarró tan desprevenido y en este momento podemos sostener el equipo de trabajo y los sueldos, pero tuvimos que reformular las formas de trabajo. Contamos con ayuda y financiamiento como el Plan Podestá Proteatro y el Inaes pero nos vimos obligados a refinanciarnos utilizando la cocina del espacio para realizar viandas congeladas y venderlas con un equipo reducido de compañeros con los que las entregamos en bicicleta” dijo Sclocco de El Mandril.