El protocolo que desarrolló la científica argentina, consiste en obtener plasma, para aplicar en enfermos de cororavirus que se encuentren graves.
Laura Bover, la científica argentina que vive en Estados Unidos, que se formó en el Instituto Leloir junto al premio Nobel en Fisiología y Medicina, César Milstein, contó que el inicio del proceso de cura de personas contagiadas con COVID-19 es una oportunidad para comenzar a producir “plasma de pacientes convalecientes rico en anticuerpos que puede ser aplicado en los pacientes más graves”.
Bover armó un grupo de WhatsApp con más de 50 científicos que trabajan en la confección de un protocolo de aplicación de esta técnica, que ya fue entregado a las autoridades del Ministerio de Salud de la Nación.
En diálogo con la Agencia de Noticias Télam, Bover dijo que
“Básicamente, la técnica consiste en sacar el plasma de un paciente convaleciente, que es rico en anticuerpos que produjo el sistema inmune de ese paciente contra ese virus“.
“Nuestro sistema inmune lo hace ante cada infección con patógenos y en otro tipo de agresiones, como un cáncer, por ejemplo. En este caso nos interesan los anticuerpos que atacan al coronavirus. Y como es nuevo y no tenemos aún vacuna, los va a generar nuestro sistema inmune al enfermarnos. Por eso, los pacientes que se curan (en este caso de coronavirus) tienen esos anticuerpos que pueden usarse en los pacientes más graves“, detalló la científica.
Dado a que aún no hay vacuna contra el COVID-19, Bover explicó que su idea es buscar una alternativa a través del plasma, que comenzó cuando se enteró que el cubano Arturo Casadevall, de la universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, “redactó protocolos de administración del plasma de pacientes convalecientes a pacientes en diferentes estadíos del Covid-19 y los hizo públicos”.
“En el Hospital Metodista de Houston hicieron la primera transfusión de plasma el sábado 28 de marzo, así que ese mismo día comencé a armar un grupo de WhatsApp con médicos e investigadores en Argentina para ver si podíamos repetir esa experiencia en mi país“, agregó
Todo comenzó cuando detectó que en el Hospital El Cruce de Florencio Varela había dos recuperados, se puso en contacto con una colega que trabaja en él y presentó su duda: qué se haría con el plasma de los convalecientes. Así empezó esta aventura sin fines de lucro con decenas de profesionales de todo el mundo que ad honorem se comprometen hasta la mitad de la madrugada para desarrollar en conjunto un protocolo.
La médica argentina graduada en química biológica de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, doctorada en el Instituto Leloir explica que el plasma es una parte de la sangre que queda cuando, al extraerla, decantan los glóbulos rojos y blancos. La parte líquida, sin células, que suele ser de tono amarillo, es el plasma. “Cuando una persona se infecta con un virus, patógeno o microorganismo que lo enferma, la primera respuesta parte del sistema inmune. Este produce anticuerpos con las células de los glóbulos blancos. Se trata de moléculas que van a defender al cuerpo de aquello que lo enferma. Esos anticuerpos específicos van a atacar directamente al virus. Si bien tenemos anticuerpos para defendernos de otros padecimientos producto de las vacunas, necesitamos que nuestro sistema inmune prepare y tenga listos para usar anticuerpos para el COVID-19. Como aún no tenemos vacunas para él y, por ende, no tenemos anticuerpos–, cuando el virus llega la persona se enferma. Cuando un sujeto se cura, más allá de la medicación que haya recibido, desarrolló esos anticuerpos que lo ayudaron a curarse”.
Y de manera efectiva, quienes ya han pasado por este proceso tienen en su cuerpo un montón de anticuerpos específicos que pueden ayudar a otros pacientes que siguen enfermos. Así es, pero lo que estamos proponiendo no es nuevo. Es historia antigua, se usó en otras pandemias y en el país el doctor Julio Maiztegui, médico y epidemiologista argentino, fue el primero en usar esta metodología para tratar desde 1971 a pacientes con fiebre hemorrágica causada por el virus Junín, disminuyendo la mortalidad de 30% a 1%. Obtuvo el plasma de los recuperados y se lo administró a los que cursaban la enfermedad. Se usó en otras pandemias, por ejemplo contra el ébola, contra la gripe H1N1 y para distintas infecciones con otras mutaciones de coronavirus que no son la actual, y pudiesen aparecer en el futuro.
Si bien no se sabe porque la respuesta es diferente en cada virus. En éste estamos aprendiendo, no sabemos cuántos anticuerpos tienen los pacientes que se recuperaron. Necesitamos saber la densidad y detectar de esos anticuerpos la presencia de los que van a impedir al virus entrar al pulmón (anticuerpos neutralizantes), por ejemplo, y qué cantidad de anticuerpos específicos. Estos atacan directamente al virus, en tanto los neutralizantes impiden que se genere un cuadro más grave.
Bover indicó que “La idea es que cada grupo aporte la confección de su protocolo para que el Ministerio, a través de la Dirección de Sangre y Hemoderivados, los unifique y. sirva para aplicar en todo el país”.
Según explicó la científica radicada en EEUU, habría una gran diferencia entre una vacuna y la aplicación de este plasma. “El plasma no es una vacuna, es un tratamiento. El plasma cura al paciente que ya tiene Covid-19, la enfermedad producida por este coronavirus“, detalló Laura Bover desde Texas.